En
Le billet doux, la joven, el perro, el cortinaje y la luz sorprendente que
penetra por la ventana y que lo transforma todo, forman una unidad púdica en la
que la superficie posee una especie de belleza lírica. Se trata de un lirismo
que no depende ni del pensamiento ni de la emoción. Provoca la satisfacción
visual, sin demasiadas complicaciones.
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