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La
bendición reconstruye de manera creadora las formas de Vermeer, de Hooch y de Ter
Borch por medio de un ingenioso y sutil uso del modelado, del color y de la
luz, conseguido lentamente con delicadas pinceladas que forman una superficie
uniforme. En este cuadro existe una calidad ingenua, lo mismo que en todos los
interiores de Chardin; las personas aparecen naturales, como sin darse cuenta
de que están siendo pintadas. Estas obras poseen su propia clase de atmósfera,
que crea un ambiente tranquilo, y amable y que baña a los sujetos en una luz
suave y uniforme. En sus últimos años, Chardin volvió a la naturaleza muerta,
consiguiendo unidades de forma sólida y de color en condiciones atmosféricas
especiales. Estas formas, que a menudo tardaba días en preparar, se basan
primariamente en las obras de los venecianos, de Velázquez y de los pintores
holandeses especializados en naturalezas muertas y en escenas costumbristas.
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