El
palacio de los Dogos, Venecia ilustra la preocupación de Guardi por la
refracción de la luz en los edificios, las personas y el agua. Los detalles
arquitectónicos de los edificios aparecen aún claramente definidos, pero se
observa ya como un aire brumoso general. El agua del canal cabrillea y se
mueve; los gondoleros son diminutas manchas de color que reflejan la luz; los
edificios del fondo empiezan a desaparecer en la atmósfera. Toda la escena, las
casas lo mismo que las embarcaciones, parecen estremecerse como si sus
cimientos fuesen inmateriales. La Venecia de Guardi no es recortada y definida,
sino vaga y como de ensueño. La ciudad está retratada como "el material con que
se confeccionan los sueños", impalpable, inalcanzable casi, y, sin embargo, reconocible,
con líneas suaves y puntitos de luz que atraen la mirada. La pintura es una
visión fantástica y lírica de uno de los lugares más hermosos del mundo.
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